La Nación: Solana Sierra, en Mar del Plata, tras un Wimbledon mágico: “Cuando entro en la cancha soy otra persona”
20/07/2025
Un viaje a la intimidad de la tenista argentina que sorprendió en el All England: su infancia entre el mar, el deporte y la playa, el salto al profesionalismo sin apoyo económico, su carácter y la nueva realidad en el tour
MAR DEL PLATA (enviado especial).- En otros tiempos, el simpático Tino, el caniche de Solana Sierra, hubiera sido incontrolable al advertir las palomas levantar vuelo desde el mismo extremo del Torreón del Monje donde ahora husmea, inquieto, mientras su dueña se divierte bajo la lluvia en una producción de fotos con LA NACION. A fines de la década del 30, en la primera versión de la actual terraza de la simbólica obra de tejas rojizas enclavada al sur de la bahía Bristol, funcionó el Pigeon Club local; allí se practicaba “tiro al pichón”, una actividad aristocrática que con consistía en apuntarles a las aves y que el progreso de los tiempos logró que se prohibiera. los años. En el mismo sector, junto al mar y las rocas, el sociable perrito luce chispeante por la presencia de la mejor tenista argentina, que acaba de regresar a su casa en el barrio marplatense de La Perla Norte después de cuatro -y súper productivos- meses en Europa, con el ingreso como lucky loser a Wimbledon y el posterior arribo a los octavos de final como su primera gran cumbre profesional. La actuación en el All England Club es un empujón que distingue un antes y un después: le permitió tener un amplio salto en el ranking WTA (del 101° al 67°) y, a partir de eso, planificará un calendario en torneos de mayor categoría, con más puntos y mejor prize money.“Hacía meses que no estaba acá. El reencuentro con mi familia fue muy lindo. A Tino también lo extrañaba un montón. Justo llegué para su cumple, siete años; le hicimos festejo y todo, ja. Es súper lindo, compañero. Se le permite todo, duerme en mi habitación, en la cama…”, cuenta la jugadora de 21 años y le brota una sonrisa natural. Lo que dice sobre los “permitidos” al perro es cien por ciento real; Omar y Marta, papá y mamá de Solana, asienten con complicidad. En el salón donde se produce la conversación con LA NACION, la vista panorámica al mar, cada tanto, le desvía la mirada a Sierra: tiene conexión con el agua y la playa desde chica, aunque no hizo surf ni otro deporte acuático, algo que dice reservarse para luego de su carrera como tenista, al igual que arrojarse en paracaídas, actividad en la que sus padres son expertos: “Todavía no me animo. Capaz cuando termine de jugar; por ahora no quiero arriesgar“, sonríe de nuevo. Las rondas de mate y los juegos en los balnearios cercanos al barrio Constitución con sus primos (más de doce), son postales que atesora en su memoria, así como los posters de Violetta (la telenovela infantil protagonizada por Tini Stoessel) y Harry Potter que decoraban su habitación.Según sus padres, Solana, la misma que hace dos semanas se plantó en el impactante Court 1 de Wimbledon para derrotar a la top 45 británica Katie Boulter, de chica era enérgica y demandante; se turnaban para entretenerla y llevarla a distintas actividades. “Sí, tenía bastante energía y me mandaban a hacer un montón de cosas. Tenis, obviamente. Natación, equitación, danza, actividades con mis primos... Participaba de muchos actos escolares; con mi mamá hacíamos los disfraces”, rememora Sierra, que planea regresar al tour en Cincinnati, torneo de categoría WTA 1000, el 7 de agosto. Desde que regresó de Londres empezó a rehabilitarse de una lesión abdominal que sufrió en su último partido en el Grand Slam británico, ante Laura Siegemund. -La historia dice que el tenis aparece en tu vida a través de tu papá, que alquilaba una cancha de pádel, llevaba un canasto con pelotitas y te las arrojaba para que le pegaras. ¿Qué recordás?-Cuando tenía dos o tres años iba con mi papá, alquilábamos una cancha por veinte minutos, media hora. Era muy chiquita, entonces él llevaba un bebé y hacía como si yo jugara con el muñeco; si ganaba yo, tenía premios, como chocolates y eso. Así pasábamos el rato y estaba entretenida. -¿Qué te atrajo del tenis más que otros deportes?-Cuando tenía doce o trece años, que empecé a viajar por los Sudamericanos y los Mundiales, me encantó conocer gente de otros países y me empezó a gustar ese ambiente. Y me gustó la competencia, más que nada. -Eran las hermanas Williams las jugadoras que más te gustaban.-Sí, miraba mucho a Serena por la tele. Me encantaba cómo jugaba y su personalidad. Me gustaba imitarla. Más adelante me interesé más en su juego; era una gran referencia. -Eso también explica tu ADN tenístico: ser agresiva, impactar fuerte, tomar riesgos. ¿Tu estilo nace por esta admiración por Serena?-Sí, sí. Esa agresividad la empecé a cambiar cuando tenía doce, trece años. Con mi papá y mi entrenador de ese momento, Hernán Cortez [en el club Once Unidos], dijimos que queríamos ese patrón de juego agresivo porque vimos que era lo que servía para jugar en el mejor nivel. Al principio me costaba porque era chica, perdía bastantes partidos por ser agresiva, por querer mandar todo el tiempo y, capaz, las otras tiraban para arriba, la metían y yo…-Buscaban tu error.-Claro, buscaban mi error, esperaban y yo siempre estaba yendo a buscar. Pero nunca se negoció cambiar porque se sabía que era el camino correcto y hoy se ve que el tenis se tiene que jugar así. Encima que yo soy súper competitiva, se hizo difícil al principio. Hacía berrinches porque no me salían las cosas. -¿Fuera de la cancha sos más reservada que vehemente?-Sí, soy más tímida. En la cancha me convierto, pero afuera soy medio tímida, me cuesta relacionarme con personas que no conozco, pero trato de mejorarlo. Soy más de escuchar que de hablar, pero cuando entro en la cancha soy otra persona, soy súper competitiva, grito bastante (sonríe). -Hablás bien inglés. ¿Cómo lo aprendiste?-Sí, sí. Mi mamá me mandó a inglés particular desde que tenía cuatro, entonces me sirvió un montón, me dio una base muy buena, pero llegué a aprender más cuando empecé a viajar y a hablar con otros chicos.-Guillermo Vilas, Bettina Fulco, Horacio Zeballos, Francisco Comesaña, Solana Sierra… ¿Cuál es el secreto del tenis en Mar del Plata?-Sí, la verdad que me acuerdo cuando era muy chica, a los nueve o diez años, de ir a Once Unidos o al club Teléfonos y que las clases estuvieran explotadas de chicos. Había muchos jugando, había mucho tenis; creo que ahora se perdió un poquito, pero siempre hubo mucho tenis en Mar del Plata. -Si te menciono a Gabriela Sabatini… [automáticamente a Solana se le dibuja una sonrisa].-No llegué a verla jugar, obviamente, pero sí algunos partidos por YouTube. Pero creo que lo que más me impresionó de ella, por las veces que la vi, es lo humilde y tranquila que es, con todo lo que logró y significó para el tenis argentino. Tenemos que aprender mucho de ella. Ahora en Wimbledon o en algún torneo en el que me fue bien, siempre me mandó felicitaciones y es muy lindo recibir sus mensajes. Está súper pendiente. -Compartiste torneos G3 con Andanin, la hija mayor de Vilas, que incluso una vez en Olavarría te dio consejos. -Sí, sí, era muy chica; me habló del sacrificio, de que el tenis era mucho sacrificio y… (sonríe) tiene razón. Me acuerdo de verlo ahí, que me dijo esa frase y obviamente después fui corriendo y se lo dije a mi papá. -Te destacaste como junior (hasta 18 años), siendo top 10 y jugando la final de Roland Garros 2022. ¿Cómo describís esa etapa de desarrollo, sin tantas presiones?-Esa etapa la recuerdo como una de las más lindas. Viajé mucho con el equipo de la ITF (Federación Internacional de Tenis), entonces viajábamos con otros chicos también, jugaba los mejores torneos del mundo, los Grand Slams y la pasabas bien. A esa edad es importante no saltearte esa etapa y disfrutar. La experiencia que me dio, jugando los Grand Slams, me ayudó para ahora. -¿Cómo viviste la transición al profesionalismo sin apoyo económico, siendo de un país con distancias largas y costosas a Europa y Estados Unidos?-La recuerdo como un poco complicada porque venís de juniors, más protegida, de jugar en los mejores torneos, con mejores condiciones y es como empezar todo de vuelta, construir un camino en el profesionalismo, que no es fácil. -A la selva... -Sí, sí, empezás de abajo. Y hasta que te vas acostumbrando, ganando y subiendo… tenés que tener paciencia. Es complicado, pero lo vas pasando. -En algún momento habrán surgido las dudas y te habrás preguntado si tenías la capacidad para llegar.-Sí, muchas veces me ha pasado que dije: ‘¿Realmente vale la pena todo esto?’. Más que nada cuando estaba en la inserción de juniors a profesional, en algunos torneos en los que al principio no me fue bien, era todo mucho esfuerzo y es como que no me veía… el top 100 lo veía muy lejano, muy imposible. Pero es todo maduración, vas creciendo, entendiendo más cosas y creo que lo mío fue así, un proceso y lo fui entendiendo. -¿A qué limitaciones por la falta de presupuesto tuviste que adaptarte en esos momentos? -Es complicado porque en juniors no ganás plata. Todo lo que yo hacía era con ayuda de mis papás, obviamente. En ese sentido nunca me pusieron esa presión de decir: “Tenés que ganar acá porque, sino, no podés viajar la próxima semana”. Siempre, en ese sentido, me cuidaron mucho, me sentí tranquila y sólo me concentraba en jugar al tenis y en entrenar. -¿Qué es lo que habría que hacer en Argentina para que no seas una aguja en un pajar? ¿Qué habría que modificar?-Hay que apoyar mucho más cuando tenés 13, 14 años. En esa edad se necesita mucho apoyo, porque en juniors, como dije, no ganás plata, no te entra plata de ningún lado. Yo, por suerte, tuve la ayuda de mis papás, pero debe haber un montón de chicos que no tienen esa posibilidad. Hay mucho potencial en Argentina y en Sudamérica en general, pero falta esa ayuda cuando sos joven, porque ahora sí capaz que vienen empresas, sponsors… pero es cuando ya estás top 100, jugás todos los Grand Slams y tenés más visibilidad, económicamente estás bien. Yo creo que es en la otra edad cuando falta apoyo.-Quedan muchos jugadores en el camino. -Sí. Es que (el tenis) es un deporte muy caro y, también, para medirte con las buenas tenés que viajar a Europa sí o sí. Entonces, necesitás esa plata para viajar y hay un montón que no la tienen. Cuando éramos chicas viajábamos a los Mundiales o a los torneos ITF importantes y veías a las chicas de 15 o 16 años bien formadas, con un equipo muy bueno atrás y eso capaz acá en Sudamérica no pasa, quizás lo tenés más adelante, a los 19 o 20, pero ellas de chicas tienen todo armado y esa es la diferencia por la que se meten más rápido. Antes de competir hace unas semanas en Wimbledon, Sierra había perdido en la primera ronda de la qualy el año pasado y, como junior, había actuado sobre césped en Roehampton y también en el major británico, sin demasiado éxito. ¿Cómo era su relación con la superficie más inestable y menos utilizada?“El año pasado jugué un partido, en la qualy, me había gustado, me había sentido bien y tenía una bronca grande por perder. Es una superficie distinta, obviamente; pero me gustó porque se amoldaba a mi juego”, apunta Sierra. -Y este año, antes de entrar como lucky loser, perdiste 7-5 en el tercer set de la última ronda de la clasificación…-Sí, ese día fue difícil, estaba triste, me costó demasiado dormir… Estaba muy triste. Sentía bronca porque me sentía muy bien, había tenido match points. -¿Cómo fueron las horas posteriores hasta que te avisaron que habías entrado en el cuadro principal?(Sonríe y se le ilumina el rostro con el recuerdo)-Ese mismo día que perdí, sortearon los posibles lucky losers y quedé número 1; había esperanza. Pero perdí un jueves, pasaban los días y no se bajaba nadie del torneo. Le dije a mi entrenador [el portugués Miguel Fragoso, de la academia de Rafael Nadal]: ‘Veo que no vamos a entrar. Es lunes y no se baja nadie’. Dije: ‘Bueno, ya está’. Pero todos a mi alrededor me decían que confiara. Mi entrenador buscaba todo el tiempo mi nombre en el cuadro y no aparecía. Pero el día que me llamaron, quince minutos antes, fue un alivio y una felicidad.-Viajemos a ese momento. ¿Dónde estabas, qué estabas haciendo?-Estábamos en la terraza, comiendo. Me llamaron, me dijeron que se había bajado alguien y que yo tenía que jugar el próximo partido, porque estaban jugando unos varones [el británico Oliver Tarvet vs. el suizo Leandro Riedi, en el Court 4] y después iba yo. Y los varones estaban por terminar; ponele que iban 4-3 en el tercero y lo cerraron ahí. Comí pastas, por suerte. Había terminado justo. Me acuerdo que la primera tanda de partidos ya había arrancado, entonces para que empiece la otra tanda faltaba, dije de comer más tarde y mi entrenador me responde: ‘No, andá ahora, así te lo sacás de encima’. Decí que al final comí, porque si no iba a jugar sin haberlo hecho. Fueron quince minutos antes, me moví un poco y entré. Fue un minuto que hablé con mi entrenador sobre mi rival [la australiana Olivia Gadecki]. Lo bueno era que la conocía, había jugado el año pasado en Roland Garros contra ella, perdí, sabía que era mejor de derecha y entré, jaja. El primer set jugué muy bien, creo que me sirvió todo lo que había pasado y no pensar tanto [ganó 6-2]. En el segundo set me entraron los nervios, la tensión; tuve varios match points, no lo podía cerrar, jugué muy bien el tie-break y por suerte lo cerré. -Llegaste a Wimbledon luego de jugar un torneo sobre polvo de ladrillo en Valencia. ¿Cómo te sentías tenísticamente?-Bastante bien. Venía de dos meses muy buenos, de entrar en el top 100, había pasado la qualy de Roland Garros y eso fue algo especial. Venía entrenando muy a full, compitiendo bien, pero obviamente que Wimbledon y el pasto eran otra cosa distinta y realmente no tenía muchas expectativas. -¿Te sorprendió tu rendimiento?-Sí, sí, obviamente no me esperaba llegar a la segunda semana, a octavos. Sí fui con el objetivo de pasar la qualy y después, en el cuadro, vería... -¿Por qué tu explosión llegó ahora?-Creo que por el cambio que tuve al estar en la academia de Nadal [desde marzo], que me sirvió un montón. Ellos me ayudaron mucho. Entrené muy bien estos meses. Y hay un trabajo desde hace muchos años, mi fuerza mental mejoró, venía sintiendo un cambio en estos meses, como que me sentía más fuerte en la cancha, que podía luchar. Mi nivel de juego siempre estuvo ahí, pero lo pude poner a la misma altura de la mentalidad.-Aprendiste a dominar mejor los fantasmas en los partidos. -Durante todos los partidos de Wimbledon tuve momentos duros y la fuerza mental y creer en mí misma, que era algo que me costaba en estos años, porque a veces no confiaba en mí, fue clave. Y estos últimos meses fueron muy buenos porque empecé a creer en mí. Fue un resultado muy bueno que no me lo esperaba tan pronto, pero mi día a día sigue siendo igual: entrenando, yendo al gimnasio, mejorando y obviamente por el ranking puedo jugar mejores torneos. Estoy para soñar con más. Me demostré que puedo lograr cosas buenas. -¿Cómo trabajás el aspecto mental? -He trabajado con psicólogos y no le encontré tanto la vuelta, pero ahora siento que mucho de lo que pasa adentro de la cancha lo tengo que manejar yo y encontrar mis propias soluciones. Hay técnicas y todo, pero lo que me ha servido mucho es encontrar mis propias soluciones y confiar en lo que vengo haciendo. Y afuera tengo un apoyo muy bueno, con mi equipo, mis papás, que siempre me dicen que tengo que creer en mí y es lo más importante. -¿Qué técnicas utilizás?-Hay mucho en la respiración. En tratar de tomarme mi tiempo, porque al estar muy acelerada empiezo a jugar muy rápido, entonces me sirve mucho parar, voy atrás en la cancha, intento tomarme cinco segundos, respirar y pensar en el próximo punto. -El tenis es solitario. ¿Cómo asumís esa parte?-Sí, es un deporte muy individual. Es difícil. Pero este tiempo pude viajar con mi mamá, que me ayuda un montón. También tengo una muy buena relación con los entrenadores que tengo ahora, la pasamos muy bien y eso también es importante, rodearte de buenas personas y pasarla bien en el día a día. -¿Es difícil tener amigas reales que sean tenistas? Podés tener buena relación, pero en definitiva luchan por lo mismo que vos.-Es un poco difícil, sí, porque es estás compitiendo siempre con ellas. Me acuerdo de unas muy buenas amigas (tenistas), que las hice en juniors, donde es todo más relajado. Pero cuando vas subiendo, también sube la presión, la competencia y se vuelve más difícil. Así como Serena Williams fue la referencia de Sierra en su desarrollo [hoy, incluso, utiliza el mismo modelo de raqueta que la leyenda estadounidense], su espejo actual es la N° 1, Aryna Sabalenka. “¿Qué me gusta? La potencia. Estos últimos meses también vi entrevistas de ella diciendo que trata de sumar variantes a su juego, porque siempre tuvo la potencia, pero le quiere sumar opciones, tirar más drops, slice, está bueno... El tenis no es sólo pegarle fuerte, sino también encontrar las variantes”, expresa la bonaerense de 1,75m. -Desde marzo estás radicada en Manacor, a orillas del Mediterráneo, dentro de las Islas Baleares. ¿Cómo es tu vida allí?-Nos quedamos en un lugar que se llama Porto Cristo. Tenemos la playa enfrente. Me hace acordar mucho a Mardel, sigue la conexión con el mar. Quizás termino de entrenar y con mi mamá nos damos un paseo por la playa para desconectar. Hay muchos argentinos también. -¿Coincidiste en la academia con Nadal?-Sí, me lo crucé el primer día, que estaba con Gustavo Marcaccio [entrenador argentino que trabaja allí] y nos presentó. Con Toni (Nadal) también; pude hablar un poco, mi mamá también habló bastante. Rafa vive ahí cerca. A cada lugar al que vas te encontrás con un cuadro o una foto de él. Y la academia refleja ese espíritu de lucha y humildad que tenía Rafa. -¿Tu idea es seguir ahí?-Sí, sí, voy a estar ahí. Extraño mucho Argentina, me encanta; Mardel, mi casa... Ahora que estuve cuatro meses afuera, con la presencia de mi mamá se me hizo un poco más fácil. Estando sola se me hubiera hecho más pesado. -Llegaste a Wimbledon siendo 101° y te fuiste como 67°. ¿Cómo vas a planificar el calendario con tu nueva realidad?-Lo estamos armando. Obviamente el ranking ahora me permite jugar Masters 1000, torneos de 500 y 250 más tranquila. Antes, estando 100° 0 120° no llegaba. Los torneos están cerrando bastante duros y ahora es como que estoy más tranquila con eso. Es un cambio súper grande. Al US Open entraré en el cuadro principal sin jugar qualy, por suerte. Son muy duras las qualys, un desgaste emocional. -¿Cómo te describís como tenista?-Me siento súper competitiva; también como alguien muy valiente en la cancha. Siento que mi estilo de juego, al ser agresivo, me lleva a tener que confiar en mí misma porque siempre estoy tratando de mandar y buscar mis tiros. -¿Creértela, en el buen sentido, es tu próximo desafío?-Sí, yo creo que sí, que realmente merezco estar en este ranking de ahora, pero que lo puedo mejorar aún más, que puedo estar en los mejores torneos, competir contra las mejores. Ahora, el gran desafío es confiar que puedo mucho más. Sé que las rivales te empiezan a conocer más, a mirar y se va a notar. Este Wimbledon es un antes y un después; me demostré que puedo lograr grandes cosas que antes no las creía. -El camino recién comienza, ¿pero esta Solana de 21 años qué le diría a aquella de tres años que empezó jugando en una cancha de pádel?-Que confíe, que no se olvide de ser feliz y de disfrutar cada momento. Que confíe, que confíe en ella.
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